/Relato incluido en Y abrazarte. Antología de relatos con esa cosa llamada amor dando la tabarra/
/Relato/ Romántica/
A Misusy, ¿quién si no?
Tengo a una mujer clavadita en el centro de mi corazón que me lo parte, lo escinde, lo apuñala, siega, sosiega, reverdece, ilumina y colma.
Tengo que decirle yo a esa mujer que a ver qué hacemos, que así no vamos. Que más vidas tienen mis gatos que las que ella se me está llevando con sus ojos de reina, sierva, guerrera y dueña; con su voz de mezzosoprano, de reina del glam, de cazallera resacosa; con su piel de día de primavera y su boca de cuento de hadas y sus pestañas de pluma de águila y sus dedos de acorazado Potemkin; ¡Su sexo de diosa de los bajos fondos y hada de arroyo!
Es la quinta vez esta semana que me toca resucitar. ¡Y van…!
Que cada vez que la miro, muero. Que cada vez que de sus labios sale siquiera un suspiro, muero. Cuando se mueve, parpadea, se aparta un mechón de la frente, compra tomates, le dice al vecino del sexto que le encanta Verdi, peronoalasdosdelamañanaoiga, muero. Que muero, muero y muero como ocho veces al día, y estoy en un ay porque ya no me renueven el carnet de mulier resuscitatum. ¡Que eso va por puntos!
No, definitivamente, así no vamos. Yo me estoy gastando la vida por quererla por encima de mis posibilidades. ¡Y la culpa es toda, todita de ella, por hacerlo a su vez por encima de las suyas! Así no se puede querer, ¿eh? No y no. Es que me quiere dándome la vida pero quitándomela, cumpliendo mis sueños pero acabando con ellos. ¡Que ya no le quedan promesas que cumplir ni lunas que arrebatar al firmamento!
Yo a ver si un día de estos la siento en el sillón color berenjena junto a la ventana de la cortina escarlata con el jarrón de las orquídeas de fondo y se lo digo. Le digo:
—Cielo, para un poquito de quererme así TAN, ¿vale?, que no me da el corazón para tanto pimpampum.
Y a ver qué me dice ella. Que será (me lo veo venir):
—Amor, ¿cómo no voy a quererte como te quiero si eso es imposible?
Y ahí se habrá acabado la asamblea en el sillón color berenjena junto a la ventana de la cortina escarlata con el jarrón de las orquídeas de fondo.
Porque con ella todo es imposible:
Imposible que no me quiera como lo hace.
Imposible (dice) no pensar en mí a cada yoctosegundo, zeptosegundo, attosegundo, femtosegundo, picosegundo, nanosegundo, microsegundo, milisegundo, centisegundo del día. ¡Si piensa en mí hasta en los segundos intercalares, por favor!
Yo ya no sé qué hacer con esta mujer metidita en mi corazón que me lo parte, lo escinde, lo apuñala, siega, sosiega, reverdece, ilumina y colma, de verdad que no. Estoy planteándome llamar a la Policía Cardíaca, a la Brigada de Asuntos Pim Pam, al Grupo Nacional de Quericidios. ¡Que alguien haga algo, por favor!
La voy yo a tener que meter en vereda, lo voy a tener que hacer. Le voy a decir que vale que me quiera como me quiere, pero que hay que ser un poquito solidarias, por amor de Dios, y pensar en los demás. ¿Pues no ves, mujer mía, lo necesitados que están en las lunas de Júpiter? ¿Y los de la Sociedad de Amantes de las Cortezas de Cerdo? ¿Los del Club de la Gota que Colma el Vaso? Qué egoistona, de verdad… ¿No puedes pensar en ellos, siquiera un yoctosegundo, eh? Que no pasa nada, cariño, que tenemos de sobra. Mira:
Podemos donar los besos de los jueves entre las 16:23:52 h y las 16:59:52 h. ¿Pues no ves que nos quedan los besuqueos de los 1.404 minutos restantes, tonta?
Y las caricias en la mejilla de los sábados antes del desayuno, ¿te parece? ¿Las donamos también? Las que damos con el pulgar, si quieres, y nos quedamos con las de las yemas y el dorso de los dedos. ¿Hace?
Abrazos tenemos a cascoporro, así que no creo que tengamos problemas en llegar a un acuerdo. Yo cedo un trillón de los míos y ya van todos servidos, hasta los amantes de las cortezas de cerdo (y de carnero, si las hubiera o hubiese).
Nos quedamos con:
Las miradas del color de las promesas eternas.
Las caricias del resto de nuestras vidas.
Los susurros a medianoche después de hacer chiquichiqui-bumbum.
¡Mi nuca! Mi nuca solo para nosotras, sin discusión. Tus besos de mariposa sobre ella. Mis cosquillas. La piel de gallina. Los escalofríos… El pack completo, solo para nosotras.
Tu lengua. Eso es innegociable. Esa, solo para mí. (La mía, para ti).
¿Te parece (ahora que estoy pensando yo) que metamos también en las cajas unos deditos danzarines? Seguro que les hace muchísima ilusión a los de Ganimedes, Adrastea, Amaltea y Tebe (bueno, quizás a estos últimos no, que me han dicho que son algo quisquillosos y prefieren manos completas). Pero, bueno, los metemos y ya que decidan ellos. Incluso podríamos adjuntar sugerencias de uso, ya sabes: deslizar sobre muslo en reposo, masajear cuero cabelludo, dar un toquecito en la nariz…
Bien, creo que podríamos llegar a un acuerdo, tú y yo. Ya que no me puedes querer menos de lo que me quieres porque es imposible, al menos que me quieras tanto, suficiente, lo necesario, imprescindible, mínimo, aconsejable para que no me quiten puntos del carnet de resucitada. ¿Te parece? ¿Habemus acuerdo?
Y ya, las instrucciones para los próximos dieciocho años las vamos viendo día a día, si eso…
¿Te ha gustado el relato?
Puedes comprar la antología en la que está incluido, Y abrazarte, aquí.