Descripción
/ Novela / Intriga / Romance / Erótica.
SINOPSIS:
Nueva versión (2023).
Alejandra Navrat, dueña de un vasto imperio económico, es una mujer habituada a compartimentar y dosificar sus emociones a su necesidad o interés, en una vida rendida al autocontrol y la desconfianza. Sin embargo, la noche que cruza su destino con el de Julia Romano, médica de Urgencias y cooperante humanitaria, todo cambia. A partir de ese instante, la armadura de Alejandra empieza a agrietarse, dejando ver un interior tan exquisitamente oculto como vulnerable, una fragilidad producto del violento suceso que cercenó de un modo irreversible su infancia. Ese espectro de su pasado es el que desea dejar atrás Alejandra, pero este no está dispuesto a que la felicidad forme parte de la vida de la dueña de Xenelle Corporation.
«Tras la coraza» es un thriller romántico que aúna ingredientes del género de acción, novela negra, erótico y drama, todo ello salpimentado con ligeros toques de humor.
FICHA TÉCNICA.
E-book.
Formato: .epub.
P.V.P.: 3,99€.
OTROS FORMATOS.
Papel. Tapa blanda.
Formato: tapa blanda, rústica sin solapas, brillo.
Tamaño: 15,24 x 22,86 cm.
ISBN: 9798386863715.
Fecha de edición: 2023.
Páginas: 246.
P.V.P.: 15,98€.
Puedes comprarlo en Amazon.
Papel. Tapa dura.
Formato: tapa dura, cubierta laminada de 2 mm, brillo.
Tamaño: 15.24 xx 22.86 cm.
ISBN: 9798389250802.
Fecha de edición: 2023.
Páginas: 246.
P.V.P.: 17,99€.
Puedes comprarlo en Amazon.
Kindle.
ASIN: B0BZYYXL9P.
P.V.P.: 3,99€.
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UNO
—¿Quién? —Julia se inclinó hacia Tommy para escuchar por encima del estruendo de la música.
—Alejandra Coraza Navrat, zopenca mía —le informó él, señalando discretamente la figura que, con paso firme, atravesaba el abarrotado espacio bañado por una tenue luz—. Mujer de veinte ceros en sus cifras, mas de corazón tan frío como el culo de un congelador.
—Pues lo cierto es que no me suena…
El anguloso rostro picado de viruela de Tommy se plegó en un gesto de sorpresa y el largo flequillo, lacio y rubio, cayó sobre sus ojos. Lo apartó con un soplido.
—¿Cómo es posible que no sepas quién…? —Se detuvo al fijarse en la burlona mirada de su amiga—. Ah, claro. —Su boca dibujó una mueca de desdén—. Sale en la sección económica de esas «cosas» que lees por las mañanas, ¿verdad?
—Periódicos, Tommy, se llaman periódicos.
—Sí, sí. Lo que se pone en el fondo de las jaulas de los pájaros, vamos.
—No me seas brutito, anda, que después nadie te quiere. —Julia siguió con la mirada la figura de Alejandra—. ¿Qué hará aquí?
—Si no te saltaras la sección de cotilleos —empezó a decir él, con gesto de suficiencia—, sabrías que el Community —con un gesto abarcó el lugar en el que se encontraban, uno de los locales de ocio nocturno de moda en la ciudad— es propiedad suya. Y mi mujercita, que lo sepas —añadió, adelantando, desafiante, la barbilla—, me adora.
Julia no quitó la vista de la mujer hasta que desapareció en lo alto de las escaleras que daban acceso al piso superior.
—Rica, sexy, soltera, inaccesible —apuntó Tommy con sorna—. ¿Y si intentas ir a la Luna a pie? A lo mejor tienes más suerte en eso.
—Solo miraba, idiota.
—Sí, es lo único que podrás hacer con ella: mirar, pero no tocar.
—Y esa mujercita tuya que tanto te adora, Lao… —contraatacó Julia—. ¿Dónde está?
Tommy le dedicó una mirada cargada de rencor.
—La última vez que la vi, todavía no había reventado.
Julia puso los ojos en blanco.
—De verdad que no entiendo cómo accedió, no solo a casarse contigo, sino, además, a tener un hijo tuyo.
—Dímelo tú, guapa, que fuiste quien nos presentó.
—Era nueva en la ciudad, se sentía sola y creía que el apocalipsis estaba cerca. —Julia se encogió de hombros—. No encuentro otra explicación. —Miró con gesto de reproche la copa de su amigo—. ¿Qué pasará si vuelves a casa apestando a alcohol?
—Se cabreará.
—No deberías haberle mentido. Si llama al hospital y se entera de que no tenías guardia…
—Bueno, tú me cubrirías, ¿no?
—¿Yo? No, amigo. Recuerda que os presenté, debo mantener una exquisita neutralidad.
—Pues yo debo mantener mi sección sur lo más lejos posible de escoceduras y succiones extremas. O, al menos, evitar que me la reviente de un sofocón de sexo.
—¿Y eso?
—¡Es que tiene las hormonas desatadas, joder! Te lo juro, Jules: un día de estos se me van a salir los cataplines por la boca. El gameto debe de estar espantado. ¿Qué pensará de sus padres? Mamá, una pervertida sexual y papi, un facilón.
—El gameto os adorará, no te preocupes.
—No me preocupa que no nos quiera, sino que temo el día que nos convoque para pedirnos explicaciones por la marca del capullo paterno estampada en su frente.
—¿Por qué no hablas con Lao? Siempre será mejor eso que un hijo con un glande tatuado en la frente.
Él la miró como lo haría un cachorro abandonado.
—¿Y si deja de quererme?
—¿Qué bobada es esa?
—¡Es que es de manual! Cuando una mujer es madre, desplaza el objetivo de su amor de la pareja al niño. ¡Por eso le dejo que me folle tanto, porque será el único valor añadido que podré ofrecerle frente al gameto!
—Deja de decir tonterías, anda. Háblalo con ella, ¿vale? Lao y tú tenéis una relación envidiable.
El comentario provocó un escéptico arqueamiento de cejas por parte de él.
—Perdona que te lo diga, pero esa observación carece de valor si proviene de un ser solitario hasta la náusea. —Dio un cabezazo afirmativo ante la mirada inquisitiva de Julia—. Sí: tú, zopenca maximus.
—No empieces otra vez…
—¿Cómo que no? ¡Mírate! Tienes treinta y cuatro años, una melenaza que los vientos se rifan para mecerla, unos ojos hijos de las estrellas y una personalidad arrebatadora. Y, aun así, la relación más duradera que te he conocido ha sido… —Esbozó un gesto de falsa concentración—. ¿Qué nombre le pusiste a aquel consolador tan mono que tenías?
—Punto uno, amigo: no hace falta estar en pareja para sentirse feliz y completa. Punto dos: no voy a estar con una pareja que no me haga sentir feliz y completa.
—¿Y follada?
—El sexo está sobrevalorado. Y me las apaño muy bien yo solita en ese apartado, gracias.
—Si no digo que no, pero…
Julia se acercó a él y fingió examinar su cuello. Ya se había cansado de la conversación.
—¿Has visto que tienes una pequeña roncha rosada ahí, en la garganta? —señaló.
—¿Qué? ¡No jodas! —saltó él, alarmado—. ¿Qué aspecto tiene el borde? ¿Irregular? —Le pasó precipitadamente su copa—. ¡Ahora vuelvo!
Cuando Tommy se encaminó a la carrera hacia los aseos, Julia, con una traviesa sonrisa, se recostó contra la barra y echó un furtivo vistazo hacia la escalera por donde había desaparecido Alejandra Navrat. Por supuesto que sabía quién era la dueña del Community. Esa mujer no solo era una de las empresarias de mayor éxito del país, sino que, además, su empresa, Xenelle Corporation, era la principal donante del Campo Norte, el campamento de refugiados en el Chad al que Julia viajaría en pocos meses en calidad de médico cooperante.
No lo reconocería ante su amigo ni bajo tortura, pero había empezado a seguir la carrera de Alejandra desde que supo que estaba tras la génesis del campo, especialmente cuando leyó que ella, en persona, había planificado la estructura y dotación del mismo, haciendo especial hincapié en las áreas de educación infantil, asistencia sanitaria y programas específicos para niñas y mujeres.
Y eso no era nada baladí. Julia sabía que no todas las empresas empleaban su dinero en hacer algo por los demás, y todavía a muchas menos les importaba hacerlo más allá de una implementación puramente estratégica de la, a veces, tramposa responsabilidad social empresarial. Esa no parecía ser la filosofía de XeCo., y Julia estaba convencida de que decir eso era decir igual a Alejandra Navrat. Había investigado —y averiguado— que la inversión en programas humanitarios se había multiplicado exponencialmente —cuando no iniciado de cero— después de tomar ella las riendas de la compañía, y que lo había hecho con una implicación fuera de toda duda. Julia estaba impresionada —y admirada— por la minuciosidad del proyecto del campamento, y sabía que esa pauta se aplicaba a todos los proyectos que desarrollaba XeCo. Era obvio que no se trataba de una maniobra de marketing para vender marca de empresa.
Su silencio ante Tommy estaba doblemente justificado: a todo lo anterior había que sumarle que Alejandra era una mujer tan enigmática como atrayente —además de abiertamente lesbiana, como ella—, y sentía una ligera atracción por la empresaria. Se trataba de algo meramente platónico, pero si su amigo lo descubría la iba a martirizar hasta el Día del Juicio Final. Y eso, francamente, era mucho tiempo para aguantar a un infatigable metomentodo.
Se llevó la copa a los labios. Alejandra Navrat y ella… El pensamiento le hizo cabecear con burlona indulgencia. Mejor empezaba a caminar en dirección a la Luna.
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