DEJO DE PUBLICAR LA SERIE DE CATE MAYNES

Llevo semanas dándole vueltas a cómo escribir este post. Iba a llenarlo de links y referencias a argumentaciones sobre el daño que la piratería está causando a nivel económico, social y cultural, pero mejor ir al grano:

Dejo de publicar una parte de mi trabajo, y lo hago empujada por el robo continuado del mismo. Un robo personificado en las descargas ilegales, los intercambios masivos en grupos y páginas privadas, los plagios, la publicación no autorizada en webs y cualquier otro sistema que se use, tanto para apropiarse indebida e ilegalmente como para evitar pagar por él.

Dejo de publicar la serie de Cate Maynes. Sintiéndolo mucho, su continuidad queda en suspenso (el tiempo dirá si de forma definitiva). No ha sido una decisión fácil, y no es lo que querría hacer, pero me veo empujada a ello. Sabéis que cuando me habéis preguntado por el siguiente libro de la serie, mi respuesta ha sido siempre apelar a vuestra paciencia. Os he dicho que es algo que me supone mucho trabajo y esfuerzo, que me lo tomo con mucha responsabilidad y que, por ello, necesito tiempo.
Sin embargo, no sabéis que había otra razón (que cada vez se ha hecho más poderosa, hasta el punto de convertirse en la principal) que callaba. Y es que, cada vez que me he sentado delante del ordenador para ponerme a trabajar en el siguiente libro, una pregunta ha ocupado mi cabeza (y, finalmente, mi corazón): ¿Para qué? ¿Para qué invertir dos años de tu vida en esta historia, si no vas a obtener el fruto de ese trabajo?

Antes de continuar, quiero pedir perdón a todas aquellas personas que sí hacéis lo correcto, adquiriendo mis libros de forma legal (esto es, comprándolos), que valoráis mi trabajo y lo apoyáis. A todxs, gracias. Sois una de las cosas positivas y maravillosas que me ha proporcionado mi aventura de escribir y soy consciente de que con esta decisión pagan justxs por pecadorxs. Pero no sé si llegaréis a entender toda la rabia, la indignación y la impotencia que sentimos lxs escritorxs cuando vemos que no solo se nos roba el legítimo fruto de nuestro trabajo, sino que, además, quien lo hace se cree con derecho a hacerlo. Si algo he tenido muy claro siempre es que sin lectorxs no habría escritorxs. Ahora añadiría, con todo el dolor de mi corazón, la coletilla de «sin lectorxs concienciadxs, que hagan lo correcto».
Si eres unx de esxs lectorxs, mil gracias. Este post no va para ti.

Va por ti, que pirateas. Por ti, que te descargas un archivo no autorizado. Por ti, que perteneces a un grupo o página de intercambio de libros. Por ti, que te apropias de mi trabajo y lo plagias. Por ti, que lo subes a una página web, compartiéndolo sin autorización.
Probablemente no tengas ni idea de quién soy yo, ni quién Cate Maynes. Y lo veo lógico: no soy una gran autora, no soy mediática, no me respalda una gran editorial ni tampoco he sido lo suficientemente espabilada para sacar un boom «literario» (llámese saga erótica de cuestionable calidad o memorias de famosx).
Lo reconozco: no soy nadie. Mis historias no salvan vidas, y probablemente ni ganarán premios ni pasarán a los anales de la historia de la literatura. Básicamente, soy una más entre tantxs que luchamos por encontrar un hueco en este mundo de contadorxs de historias, un rincón al que llamar propio.
Pero resulta que ese rincón es mi trocito de mundo, mi forma de estar en él. Y, en ese sentido, escribir es la forma que he elegido para (intentar) ganarme la vida. Porque quiero que eso quede bien claro: escribir es mi trabajo. No es un hobby. Escribir es mi pasión y el motor de mi vida, sí, pero también mi modo de intentar ganármela. Escribo para comer. Del mismo modo que tú vas a tu puesto de trabajo cada día, yo lo hago colocándome delante del ordenador y enfrentándome al folio en blanco.
Por ello, creo legítimo y justo cobrar por ese trabajo. Siempre lo he dicho y siempre lo diré: jamás obligaré a nadie a que compre mis libros si no le gustan. Jamás. Pero si es así, exijo que se pague por ellos. Mi tiempo, mi esfuerzo, mi talento.

Sin embargo, sé que nada de lo que yo pueda decirte va, al parecer, a convencerte. Ya lo he intentado, y mis intentos, en su inmensa mayoría, han caído en saco roto. Tú vas a seguir pirateando, robando, plagiando, descargando, compartiendo e intercambiando de forma masiva, y nada de lo que yo, o cualquiera de mis compañerxs escritorxs te podamos decir, va a cambiar eso. Lo vas a seguir haciendo, simplemente porque puedes. Porque la tecnología te lo permite. Porque en este país no se persigue la piratería como es debido, ni se toman las medidas oportunas. Porque es fácil, anónimo y sin consecuencias.
Y porque no tienes conciencia. Porque no quieres saber que lo que haces se llama robar.
No sabes cuánto daño hace eso. Cuán injusto es. ¿No lo sería, por ejemplo, si en tu trabajo no te pagaran? ¿No te jodería, si tu jefx te dijera: «No te pago porque no me apetece, porque puedo aprovecharme de tu trabajo de forma impune y desde luego no voy a ser tan imbécil de pagar por algo que puedo conseguir gratis?».
Pues ahora imagínate cómo nos sentimos quienes nos dedicamos a esto.

Pues así llega esta decisión. Porque no encuentro otro modo ya de que no me robes. Me has dicho que es por el precio y he puesto los de mis libros autopublicados a unos más que razonables (no tengo ninguna potestad en cuanto a los publicados por editorial). Incluso te los he llegado a ofrecer gratis o rebajados de forma puntual. Pero sigues robándome y solo puedo llegar a una conclusión: lo vas a seguir haciendo haga lo que haga y lo vas a hacer porque, básicamente, tú lo que quieres es tenerlo todo por la cara. Alguien te ha dicho que el acceso a la cultura ha de ser gratis y tú te lo repites como un mantra para justificarte, cuando lo cierto es que debe ser, sí, de libre acceso, pero nunca gratuita porque, de otro modo, ¿de qué íbamos a vivir quienes producimos cultura?

Tu ética y tu conciencia escapan a mi control. Así, solo me queda una cosa que hacer, lo único que puedo controlar: proteger mi trabajo no poniéndolo a tu alcance. Si no lo publico, no podrás robármelo.
Es absurdo, lo sé, porque con esta decisión (triste para mí, no sabes cuánto) estoy tirando piedras contra mi propio tejado: ganaré poco con mi trabajo (que, sin embargo, está compartido de forma ilegal en cifras que alcanzan las miles de unidades), pero cada euro que pueda ganar con él lo necesito. Porque tal vez creas que soy una potentada que se está forrando con esto, y que esa equivocada idea sea uno de tus argumentos para piratear.
Pues déjame decirte que nada más lejos de la realidad (la mía y la del 99% de quienes nos dedicamos a esto). Para explicártelo, solo te daré una cifra: 708 €. Setecientos ocho euros, esos han sido mis ingresos de este año por mis derechos de autor, por las ventas de todos mis libros durante 2015.
Porque no sé si sabes que el 99% de nosotrxs solo cobramos por venta realizada. (Esto es, por cada libro que se vende. Libro que no se compra, ingreso que no recibimos por él). Y que cobramos una vez al año, ¿lo sabías?
Pues ahora sí.
De modo que si tienes trabajo y en ese trabajo cobras más de 59 € mensuales y esos ingresos los recibes cada mes, que sepas que, para mí, eres tú el/la potentadx.

Pero no te preocupes, no iré a tu lugar de trabajo a robarte. Si, por ejemplo, trabajas en una tienda de lámparas, no entraré en ella, me haré con una y me iré sin pagarla, argumentando, por ejemplo, que la tenéis a un precio muy caro (quizás es que sea especialmente bonita, o sus materiales más costosos, o su elaboración artesanal o que nadie más, o muy pocos, se dediquen a hacer ese tipo de lámpara en particular), o, simplemente, por la creencia en mi derecho al acceso (¡gratuito, por supuesto!) a la luz que emite.
No lo haré porque el derecho en el que creo es al que tienes tú a ganarte la vida con tu trabajo. Y si quiero esa lámpara, pagaré por ella, y si es cara, pues ahorraré para tenerla, porque valoro el esfuerzo que hay detrás para idearla, fabricarla, distribuirla, venderla; valoro el esfuerzo por ofrecerme algo acorde a mis gustos, quizás minoritarios y que la producción para un público mayoritario no se va a molestar en hacer para mí. Lo haré para pagar el sueldo del/la diseñador/a, el de todxs lxs operarioxs de la fábrica que han intervenido en su creación, el del transportista, el del/la dueñx de la tienda y el tuyo de dependientx.

Como te he dicho, probablemente no sepas ni quién soy yo ni quién mi personaje Cate Maynes, y tan perfectamente como hasta ahora has vivido sin ninguna de las dos lo seguirás haciendo. Solo te diré que, para mí, es una de las partes más valiosas de mi trabajo. Renunciar a ella es como arrancarme un pedazo de lo que soy, pero precisamente por el valor que le otorgo es por lo que prefiero dejarlo en un cajón antes que verlo minusvalorado.
Y hoy soy yo, una doña nadie, la que renuncia a publicar parte de su trabajo, sí, pero mañana puede ser tu escritor/a favoritx quien tome esa decisión, del mismo modo que está ocurriendo ya que libros en otros idiomas están dejando de ser traducidos y publicados en castellano porque sus editoriales no quieren publicar en España.
Y quizás pienses eso tan manido de Bah, por uno… Ni se notará. Pero es que no eres solo tú, y lo sabes. Eres tú y él y ella y aquellos y aquellas y vosotras y vosotros…

No voy a insistir más. Si es tu deseo, esto te habrá llegado, pero, si no, nada de lo que pueda decirte te hará cambiar de opinión. Seguirás sin hacer caso de personas como yo, o de campañas como las de Crea Cultura, sin ser consciente de que, sí, está en tu mano.
Me despido dando las gracias de nuevo a todxs lxs que siempre habéis apoyado mi trabajo. Os voy a pedir, por favor, que sigáis haciéndolo. Voy a seguir escribiendo y publicando, porque siento que todavía llevo dentro muchas historias que contar. Espero seguir encontrándoos al otro lado de las páginas. Y si algún día toda esta terrible lacra de la piratería desaparece, Cate volverá. Gracias por estar al otro lado de las páginas, gracias por hacer lo correcto.

[ACTUALIZACIÓN: «CATE (RE)VUELVE»].